Frases hechas: origen y significado

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En una entrevista de trabajo se suelen valorar los conocimientos técnicos y la experiencia que se tiene en una materia. Si utilizas clichés o frases hechas darás la sensación de no saber de qué estás hablando y tus opciones se reducirán considerablemente.
En una entrevista de trabajo se suelen valorar los conocimientos técnicos y la experiencia que se tiene en una materia. Si utilizas clichés o frases hechas darás la sensación de no saber de qué estás hablando y tus opciones se reducirán considerablemente.
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En una entrevista de trabajo se suelen valorar los conocimientos técnicos y la experiencia que se tiene en una materia. Si utilizas clichés o frases hechas darás la sensación de no saber de qué estás hablando y tus opciones se reducirán considerablemente.

Una frase hecha o dicho es una frase o expresión que tiene forma fija, tiene sentido figurado y es de uso común por la mayoría de hablantes de una comunidad lingüística. 

Se usa en todos los niveles sociales y culturales y, por su morfología, no se considera refrán. Seguro que todos las hemos usado alguna vez. Lista creada por donleches

  • A la tercera va la vencida

    Con esta locución proverbial se quiere dar a entender que a la tercera tentativa se suele alcanzar el fin deseado. El origen del dicho no está muy claro. Para algunos expertos, se encuentra en el derecho penal de los siglos XVI y XVII, en que se imponía la pena de muerte al ter furtum, o sea, al tercer hurto. Sin embargo, el maestro Correas apunta que esta frase proverbial se ha tomado de "la lucha (cuerpo a cuerpo) que va a 3 caídas, y de la sortija y justa, que va a 3 carreras o lanzas el premio". Una tercera hipótesis es defendida por el padre Esteban de Terrenos en su Diccionario. Dice así: "En la milicia romana había los soldados llamados pilati o velites, armados a la ligera, y eran los del ínfimo pueblo y los bisoños, y éstos iban en la fila primera; en la segunda iban los que llamaban piqueros, bastati, y excedían en valor y mérito a los primeros; y en la tercera fila iban los que llamaban triarios, y eran los más valerosos, veteranos, y que sostenían a las dos filas precedentes, y de aquí vino el adagio de decir cuando se echaba el último esfuerzo: Ad triarios ventum est, que en castellano decimos: A las tres va la vencida o se echa el resto".
  • Estar en Babia

    Babia es una apartada comarca leonesa que linda con Asturias. Regada por un afluente del río Luna, Babia era un lugar de descanso preferido por los Reyes de León, en la baja Edad Media. Con cierta frecuencia, el monarca, harto de los asuntos de palacio y las intrigas de los nobles, empeñados en instaurar un régimen feudal semejante al de Europa septentrional, se apartaba a este lugar paradisíaco y alejado de los campos de batalla. Estas ausencias reales motivaban a menudo la inquietud de los vasallos, a quienes, cuando preguntaban por su señor, se les respondía evasivamente que el rey estaba en Babia. La expresión se hizo proverbial y pasó a la lengua común para describir a quien está distraído y ajeno a la realidad. Como curiosidad, Babia era un lugar famoso por sus caballos pequeños y robustos. Se cuenta que el caballo del Cid Campeador procedía de este lugar. De ahí su nombre, Babieca.
  • ¡Viva la Pepa!

    Con el paso del tiempo, esta expresión popular ha cambiado de significado. Actualmente se le ha dado un sentido de desenfado y jolgorio, y se aplica a quienes tienen un carácter despreocupado. Sin embargo, hasta hace relativamente poco tiempo, la expresión ¡Viva la Pepa! era un grito subversivo empleado durante muchos periodos políticos. La frase venía a sustituir a esta otra: ¡Viva la Constitución de Cádiz! Ésta era conocida cariñosamente como la Pepa, porque fue jurada y promulgada el día de San José, el 19 de marzo de 1812. Dos años más tarde, el rey Fernando VII, tras su regreso a España, abolió la Constitución de Cádiz y se prohibieron los gritos a su favor. Es por ello por lo que los españoles que se oponían al absolutismo se referían a ella en clave: ¡Viva la Pepa!
  • Las paredes oyen


    Esta expresión proverbial nació en Francia y procede de la persecución contra los hugonotes que culminó con la matanza de la noche de San Bartolomé, el 24 de agosto de 1572. Cuentan los cronistas que la reina Catalina de Médicis (1519-1589), esposa de Enrique II, rey de Francia, era muy desconfiada y persecutora implacable de los hugonotes. Para poder escuchar mejor a las personas de las que más sospechaba, mandó practicar una red de taladros, hábilmente disimulados entre las molduras, en las paredes y techos del Palacio Real. Este sistema de espionaje dio origen a la frase las paredes oyen, a la que recurrimos para advertir la prudencia y precaución con que debemos decir lo que puede comprometernos o involucrar a otras personas.
  • Ser más feo que Picio


    Para ponderar la fealdad de alguien se dice que es más feo que Picio, supuesto personaje a quien de feo que era, le dieron la unción con caña, por lo asustado que estaba el párroco. El autor José María Sbarbi asegura haber hablado con personas que conocieron a Picio, un zapatero de principios de siglo que vivió en el pueblo granadino de Alhendín. Se dice que este hombre fue condenado a muerte, pero que hallándose en capilla recibió el indulto. La impresión de la noticia le produjo la pérdida total del pelo, aparte de una serie de increíbles deformaciones en el rostro que le hicieron pasar a la leyenda española como símbolo de la fealdad física.
  • La ocasión la pintan calva

    Los romanos adoraban a una diosa llamada Ocasión, a la que representaban como una mujer bellísima puesta de puntillas sobre una rueda y con alas en los pies o en la espalda, para indicar que las cosas buenas pasan rápidamente. Ocasión llevaba la parte delantera de la cabeza cubierta por una hermosa cabellera, pero estaba totalmente calva por detrás. De este modo, se daba a entender que una vez que ha pasado la ocasión es del todo imposible recuperarla o asirla, y que, por consiguiente, no se debe dudar un instante en aprovechar una oportunidad o coyuntura.
  • Pasar la noche en blanco


    Cuando una persona es incapaz de conciliar el sueño por un dolor, una preocupación u otro motivo, se dice que ha pasado la noche en blanco. El origen de este modismo está relacionado con la noche que ritualmente solían pasar sin pegar ojo aquellos que durante el medievo, querían formar parte de ciertas órdenes de caballería. La noche antes de ser armados caballeros, los aspirantes hacían la velada de las armas que les honrarían como tales, llevando como atuendo una túnica u otra vestidura blanca que simbolizara la pureza espiritual. El color blanco de las ropas y lo largo que se hacía la espera hasta el amanecer dio origen al dicho pasar la noche en blanco.
  • Tirar la casa por la ventana

    Se dice que alguien tira la casa por la ventana cuando de repente comienza a efectuar gastos superiores a los que acostumbraba. Tan contundente expresión nace da la costumbre que existía en el siglo pasado de tirar literalmente por la ventana los enseres del hogar cuando a alguien le tocaba la Lotería Nacional en España. Ésta nació (en España) bajo el reinado de Carlos III, quien la instauró por Orden de 30 de septiembre de 1763. Las primeras oficinas abrieron sus puertas al público en una casa de la plazuela de San Idelfonso, en Madrid. La estructura actual en décimos y sorteos periódicos fue instaurada en 1812 por las Cortes de Cádiz.
  • Echarle a uno el muerto


    La expresión echar el muerto y sus variantes echar el muerto a casa, a puerta ajena o al vecino, se utilizan comúnmente para imputar a un tercero la culpa de lo que no ha hecho. Al parecer, el origen de la expresión se remonta a la Edad Media. Según las leyendas medievales, cuando dentro del término de un pueblo aparecía el cadáver de una persona muerta de forma violenta y no se llegaba a esclarecer quién había cometido el asesinato, los habitantes de dicho municipio estaban obligados a pagar una multa. Para evitar saldar la sanción, que se conoce como homicisium, los vecinos aguzaban el ingenio hasta límites insospechados. Uno de los recursos más utilizados era no airear el hallazgo, meter el cadáver o cadáveres en sacos y, en la oscuridad de la noche, arrojarlos en el término de otro pueblo próximo. Echar el muerto a otro pueblo vecino equivalía, pues, a cargarle con la responsabilidad de un crimen y con la multa correspondiente, salvo que se entregara o se capturara al asesino.
  • Sambenito


    Popularmente, este vocablo se asocia a la frase proverbial "echarle a uno el sambenito", que se emplea cuando queremos difamar o desacreditar a alguien. El sambenito era la insignia de la Santa Inquisición que se ponía sobre el pecho y espalda del penitente reconciliado, a modo de capotillo amarillo con una cruz roja en forma de aspa. Este vocablo proviene de saco bendito, que era a su vez una costumbre primitiva de la iglesia católica. Los que hacían penitencias públicas se vestían de unos sacos o cilicios bendecidos por un obispo o sacerdote. Con estos atuendos, los penitentes se colocaban en las puertas de las iglesias hasta que eran perdonados por sus culpas y admitidos por los demás fieles.
  • Poner la mano en el fuego

    La procedencia de este dicho, que se utiliza para manifestar el respaldo total a alguien o algo, se remonta a la época en la que se practicaba el llamado juicio de Dios. También conocida como Ordalía, ésta era una institución jurídica que dictaminaba, atendiendo a supuestos mandatos divinos, la inocencia o culpabilidad de una persona o una cosa -un libro, una obra de arte- acusadas de quebrantar las normas establecidas o cometer un pecado. Esta costumbre pagana, que fue común entre los germanos y otros pueblos antiguos, se ejecutaba de formas muy diversas. No obstante, casi todas consistían en pruebas de fuego. Ante el tribunal, el acusado debía sujetar hierros candentes o introducir las manos en la lumbre o en una hoguera. Si la persona salía de la prueba indemne o con pocas quemaduras significaba que Dios la consideraba inocente y, por tanto, no tenía que recibir ningún castigo.
  • A buenas horas, mangas verdes

    Durante el mandato de los Reyes Católicos se crearon los Cuerpos de la Santa Hermandad, tras su aprobación en las Cortes de Madrigal, en 1476. El cuerpo fue constituido para prestar auxilio en cualquier tipo de emergencias. Sus miembros vestían un uniforme con coleto -vestidura de piel que cubre el cuerpo hasta la cintura- y bocamangas de color verde. Relatan los cronistas de los siglos XVI y XVII que este cuerpo se ganó a pulso la fama de impuntualidad. Generalmente, cuando llegaban al lugar requerido para prestar el auxilio ya se habían cometido los desmanes y siniestros. Y a veces tardaban tanto que los vecinos del pueblo habían resuelto el problema. De hay que cuando se personaban en el lugar de los hechos, la gente les reprochaba diciendo: ¡A buenas horas, mangas verdes! La frase ha quedado para expresar en sentido peyorativo la demora y llegada tardía de un auxilio, así como para significar que los méritos no llegan en el momento oportuno.
  • Poner pies en polvorosa

    Existen diferentes versiones que explican el origen de este dicho, que significa huir o escapar con precipitación. Para algunos autores, la frase proviene de la nube de polvo o polvareda que se formaba en los antiguos caminos de tierra cuando alguien transitaba por ellos muy deprisa. Otros, sin embargo, fundan el dicho en el lenguaje de germanía o modo de hablar de los gitanos y rufianes, en cuya jerga la palabra polvorosa significa calle. Pero existe otra versión más simpática que se apoya en el siguiente hecho histórico: preocupado por el avance musulmán, Alfonso III, el Magno, acudió con sus tropas a defender su territorio de los sarracenos. La batalla se libró cerca del río Órbigo, en los campos de Polvorosa, en Palencia. Las tropas del rey vencieron al enemigo, pero eso sí, ayudadas por un oportuno eclipse de luna, que atemorizó y desconcertó a los moros.
  • Tener muchos humos

    Hoy en día, este modismo se utiliza para designar a las personas que se comportan con altivez, vanidad, presunción o engreimiento desmesurados. También se emplea como reproche hacia quienes aparentan un nivel social o económico que en realidad no les corresponde. En tales casos se suele recurrir a algunas de estas frases: ¡Vaya humos que se gasta! Y ¡Se le han subido los humos a la cabeza! Parece ser que el origen de la expresión proviene de una costumbre bastante común entre las familias distinguidas de la antigua Roma, como atestigua Joaquín Bastús en su obra La sabiduría de las naciones (1862). Las familias solían colocar en el atrio de la casa los retratos o bustos tallados en piedra de sus antepasados: padres, abuelos, bisabuelos, hermanos, tíos... Con el paso del tiempo, las imágenes más antiguas iban adquiriendo un color oscuro por efecto del polvo, los humos y la contaminación. De este modo, los atrios con más imágenes renegridas o con más humos simbolizaban un mayor poderío familiar y un cierto tono aristocrático del que se alardeaba con frecuencia.
  • Historias rocambolescas

    Viene a cuento hablar de este tipo de historias para catalogar una serie de hechos o circunstancias que resultan extraordinarios, exagerados o inverosímiles. Su origen está en el personaje novelesco Rocambole, protagonista de una serie de novelas escritas por Ponson du Terrail entre los años 1859 y 1867. Las fascinantes e inverosímiles aventuras vividas por Rocambole contribuyeron a darle gran popularidad como la personificación del hombre cuya existencia se desenvuelve entre intrigas y peripecias difíciles de creer.
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